Lo que el propio Jung experimentó, cuando intuitivamente empezó a pintar formas circulares para superar sus crisis, también puede observarse en los niños. Por ejemplo, los garabatos que realiza el niño al final de la clase cuando ya no puede concentrarse, muchas veces tienen estructura de mandalas.
Pero también en los mandalas que los niños pintan conscientemente aparecen, con frecuencia, figuras que ya podían admirarse en los antiguos mandalas de diferentes culturas. Es posible que este fenómeno tenga su explicación en el hecho de que los niños están más cerca d aquel origen, en el cuál se encuentra el inconsciente colectivo de todos nosotros.
La pintura de mandalas no es solo para niños con problemas.
Normalmente, todos los niños se divierten pintando mandalas, también los equilibrados y alegres. Lo realmente sorprendente es que el hecho de crear mandalas jugando tenga efectos curativos cuando un niño no se encuentra bien.
Los efectos de la pintura de mandalas sobre el estado anímico, tanto en el niño sano como en el que sufre una crisis o un trastorno, se pueden resumir de la siguiente forma:
- El nervioso se tranquiliza
- El miedoso se libera
- La tensión se reduce
- La disposición a dejarse influenciar por circunstancias externas disminuye con el tiempo.
Una vez conseguido todo lo anterior, se da paso al desarrollo del núcleo de la personalidad, del propio YO.
Puede que el niño cambie su comportamiento, pero en su interior se mantiene fiel a sí mismo. Igual sucede con los adultos.
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